El verano suele venir cargado de promesas: descanso, felicidad, planes inolvidables, reencuentros, viajes… Las redes sociales, la publicidad y hasta las charlas informales refuerzan esa narrativa de que “esta estación es la mejor época del año”, lo que alimenta una presión social en verano que desgasta y desgarra por dentro.
Pero… ¿y si no lo estás viviendo así?
¿Y si, en lugar de alegría, lo que sientes es cansancio, frustración o incluso tristeza?
Este artículo es para ti si el verano no está siendo como lo imaginabas, y también si estás sintiendo una presión social silenciosa por querer “aprovecharlo” al máximo sin lograrlo.
Tu salud mental también necesita atención en verano.

¿Qué ocurre cuando tu verano no encaja con la presión social que alimenta esa idea de que deberías vivirla como la “época más feliz del año”?
El “verano” no implica lo mismo para todas las personas. Y aunque muchas lo viven como una etapa ligera y positiva, otras se enfrentan a realidades muy distintas:
- Sentimientos de soledad o desconexión.
- Frustración por no cumplir con las expectativas propias o ajenas.
- Dificultades familiares o económicas.
- Procesos personales que no se detienen solo porque cambió la estación.
- Imposibilidad de disfrutar de parte de él por temas económicos, por no tener la posibilidad de tener vacaciones laborales en esta época, o por otras razones.
La creencia de que “deberías estar bien” en esta época puede volverse una carga emocional añadida. Y en lugar de alivio, aparece el autojuicio, la comparación y el malestar.
La presión social invisible de “disfrutar a toda costa” en verano
Aunque no siempre se nombra, existe una presión social muy presente durante el verano:
- En redes sociales: imágenes constantes de vacaciones, cuerpos ideales, vida social activa y escenarios idílicos.
- En la vida cotidiana: preguntas como “¿ya te fuiste de viaje?”, “¿qué planes tienes?” o comentarios que suponen que todxs están disfrutando. A esto se suma la propia autoexigencia interna: esa lista de cosas que querías hacer (leer más, moverte más, descansar de verdad, reconectar con amistades, hacer muchos planes…) y que no siempre se cumplen. Este cúmulo de expectativas puede generar:
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- Culpa por no “aprovechar el tiempo”.
- Ansiedad por sentir que no estás haciendo suficiente.
- Sensación de estar quedándote atrás.
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Redes sociales y comparación constante: una presión social que convierte el verano en una trampa silenciosa
El verano en redes es, muchas veces, una vitrina de momentos perfectos, pero recortados. Solo vemos la parte editada, luminosa y “compartible” de la vida de los demás.
Y esto puede afectar de forma significativa la salud mental:
- Te comparas con una versión irreal del otro.
- Restas valor a tus propios días si no parecen “instagrammeables”.
- Ignoras lo que sí estás disfrutando porque no se ajusta al ideal colectivo.
Y respecto a esto es importante que no olvides lo siguiente: Lo que ves en redes no es toda la historia, es solo una parte, y una parte que en la inmensa mayoría de ocasiones está edulcorada. No mereces comparar tu trastienda con el escaparate de la vida de los demás.
La idealización del verano y sus consecuencias emocionales
Cuando asociamos el verano únicamente con bienestar, felicidad y descanso, cualquier vivencia que no encaje en esa idea puede vivirse como un fracaso.
Pero el verano, como cualquier otra estación, también puede estar atravesado por momentos de duelo, estrés, conflictos familiares, ansiedad, cansancio acumulado o altibajos emocionales.
No idealices esta época.
Idealizar una estación como sinónimo de plenitud puede invalidar tus emociones y hacerte sentir inmensamente insatisfechx.
Factores que pueden afectar tu bienestar emocional en verano
Aquí te dejo algunos aspectos comunes que pueden influir en tu salud mental durante esta época:
- Cambios en la rutina: horarios alterados, menos estructura y pérdida de hábitos saludables.
- Sobreexposición social: compromisos excesivos que terminan agotando.
- Mayor tiempo en casa o con la familia: a veces, esto intensifica tensiones no resueltas.
- Soledad: no todo el mundo viaja, tiene pareja o círculo social activo. El verano puede amplificar el vacío.
- Presión corporal y estética: la cultura de la “operación bikini” sigue afectando la relación con el cuerpo, la comida y la autoimagen.
- El ritmo más pausado del verano puede dejar al descubierto malestares que el resto del año quedan ocultos por la rutina o la sobrecarga: cuando todo se calma afuera, lo que hay dentro se escucha más fuerte.
Claves para cuidar tu salud mental durante el verano
El verano no tiene por qué ser sinónimo de productividad ni de disfrute extremo. También puede ser un espacio para reconectar contigo y darte el permiso de bajar el ritmo (si es que tienes esa posiblidad).
Aquí te dejo algunas pautas que pueden ayudarte:
1.Escucha tu propio ritmo.
Está bien si este verano no es el más emocionante de tu vida. Descansar, tener días sin planes, decir “no” a actividades o priorizar la calma también es valioso.
2.Valora lo que sí tienes
En vez de enfocarte en lo que “deberías” estar haciendo, conecta con lo que realmente está presente. Practica la gratitud con pequeños momentos: un café tranquilo, una conversación genuina, una caminata sin prisa.
3. Revisa tu relación con las redes
- Establece tiempos concretos de uso.
- Sigue cuentas que te inspiren sin presionarte.
- Recuerda que nadie publica todo lo que vive. Y menos aún, lo que duele.
4. Cuida tus necesidades emocionales. Cada día puede ser diferente. Pregúntate con honestidad:
- “¿Qué necesito hoy?”
- “¿Este plan lo elijo o lo hago por compromiso?”
- “¿Estoy escuchándome o reaccionando desde la exigencia?”
5. Recupera o crea pequeños hábitos de autocuidado
Leer, escribir, moverte con suavidad, conectar con la naturaleza, practicar respiración consciente, dibujar, estar contigo sin prisa. Pequeños gestos que suman. No para “ser más productivx”, sino para sentirte más en equilibrio.
Señales de que puedes necesitar apoyo psicológico en este momento
A continuación te dejo algunos síntomas que pueden reflejar que en este momento puedes necesitar apoyo psicológico:
- Cambios de humor que no puedes controlar. Pasas de la calma al enfado, o de la energía a la desgana, sin una causa clara ni aparente.
- Irritabilidad o tristeza sin razón clara. Te molesta todo con facilidad o te invade una tristeza que no sabes explicar.
- Sensación de vacío o desconexión. Estás físicamente presente, pero emocionalmente lejos, incluso de ti mismx.
- Dificultad para disfrutar lo que antes te gustaba. Actividades o personas que solían motivarte ya no despiertan el mismo interés o placer.
- Cansancio emocional que no mejora con el descanso. Aunque duermas o estés en pausa, el agotamiento interior no se va.
- Dificultad para parar o avanzar a un ritmo más lento. Incluso cuando tienes tiempo para descansar, sientes culpa o ansiedad por no estar haciendo “algo útil”.
- Dificultad para estar a solas contigo mismx. El tiempo libre puede hacer aflorar pensamientos incómodos o ansiedad que sueles evitar.
- Comparación constante con los demás. Al ver cómo “los otros disfrutan” o aparentan plenitud, puedes sentirte insuficiente o fuera de lugar.
- Ansiedad anticipatoria. Preocupación excesiva por el regreso a la rutina, incluso si aún estás de vacaciones.
- Alteraciones en el sueño o en el apetito. Dormir demasiado o muy poco, perder el apetito o usar la comida como escape emocional.
- Sensación de estar “funcionando en automático”. Hacer cosas sin realmente disfrutarlas ni encontrarles sentido.
- Desmotivación o apatía. Falta de interés en hacer planes o proyectar el futuro, incluso a corto plazo.
- Autocrítica excesiva. Culparte por no “aprovechar el verano” como deberías, o por no sentirte como se espera.
- Sentimientos de fracaso o inutilidad. Especialmente si llegas a esta época con la sensación de “no haber hecho suficiente” en el año.
- Dificultad para identificar lo que sientes. Solo sabes que algo no va bien, pero no sabes qué es exactamente ni por qué.
Si te reconoces en alguno de estos puntos, comenzar un proceso terapéutico ahora puede marcar la diferencia. ¿Por qué?
Porque la terapia no solo te ayuda a aliviar el malestar, sino a entender su origen, a ponerle palabras a lo que estás sintiendo y a encontrar caminos posibles para transformar ese estado emocional. La terapia trata de acompañarte a comprender qué te pasa y por qué te está costando tanto atravesarlo solx.
El verano, con sus pausas y silencios, puede ser una invitación natural a escucharte más profundo y con más honestidad. Cuando el entorno baja el volumen, lo interno se escucha más claro. Y si te das ese permiso de mirar hacia adentro ahora, puedes aprovechar este tiempo para atender lo que normalmente tapas con ocupaciones, responsabilidades o distracciones.
Empezar terapia en este momento te permite abordar los síntomas desde la raíz, no solo “aguantarlos” hasta que pase la tormenta o se vuelva a llenar tu agenda. En lugar de apagar fuegos emocionales cuando se desbordan, puedes empezar a entender qué los provoca y cómo sostenerte mejor ante ellos.
Además, iniciar ahora puede ayudarte a reconectar contigo antes de volver al ritmo acelerado de esta última parte del año, evitando que estos malestares se intensifiquen con la llegada de nuevas exigencias. Es una forma de prepararte emocionalmente para lo que viene, desde un lugar más consciente, más centrado, y con herramientas más claras para cuidarte.
La terapia no es solo para cuando “no puedes más”. También es un acto de prevención, de compromiso contigo, de volver a ti a tiempo. Y ahora, que quizá sientes que el mundo va un poco más lento, puede ser justo el momento para empezar a escucharte sin interrupciones.
Si tras leer esto, sientes que este puede ser tu momento, estamos aquí para acompañarte.
Conoce cómo trabajamos y agenda tu primera sesión con nosotras aquí.
Recuerda que también puedes seguir aprendiendo por ti mismx con el contenido que comparto en Instagram y en mi podcast.
¡Gracias por leerme! 💚



